PERFIL
(Por: Tatiana Ramírez
Sandoval)
“¿Qué son casi todas
las vidas sino una serie de episodios incompletos? actuamos en la oscuridad,
hacemos lo que podemos, damos lo que tenemos. Nuestra duda es nuestra pasión y
nuestra pasión es nuestra tarea”. Truman
Capote
Truman Capote fue un escritor de mente prodigiosa. Nadie imaginó que en 1924 en Nueva Orleans, aquel joven de enorme delgadez que con los años se pintaría
con gran volumen, tez blanca, ojos verdes huidizos y cabellos rubios que en
ocasiones terminaban deslizándose sobre su frente, lograría “el reconocimiento” en una edad precoz, algo
que algunos escritores, solo lograrían en una edad madura.
Su exitosa carrera, escribiendo para diarios como New York Times y revistas como New Yorker, Mademoiselle, Playboy lo
llevó a ser uno de los más grandes exponentes del nuevo periodismo literario, que
gracias a sus escritos, mas adelante, suscitaría dudas referentes a su homosexualidad
mal vestida, “Pero muchos maricas no son
afeminados”.
Aumentó su fama con todo tipo de polémicas, reflejo de una vida llena de melancolía que fue
plasmada con una urgencia desmedida en historias tejidas en novelas o cuentos,
juegos de una mente brillante y para otros, una realidad con matices de
confusión y aun así los lectores, no dejaron de amar su literatura. Solo una
sensibilidad como la suya, convertiría unos ojos en lágrimas y podría
pronunciar palabras con una prosa que recrea mundos innavegables: “Los verdaderos amados del mundo son, a ojos
de sus amantes, lilas en flor, fanales de barcos, campanas de escuela, un
paisaje, conversaciones recortadas, amigos, el domingo de un niño, voces
perdidas, el traje favorito, el otoño y
las demás estaciones, la memoria, sí, porque es la tierra y el agua de la
existencia, la memoria.” T.C. – Otras
voces, otros ámbitos.
Cualquier lector se podría pasar horas dejando que su mente
se transporte en un universo imaginario donde las constelaciones son doradas y
las letras vuelan cada vez que Truman coloca sobre sus manos, su pluma. Solo
alguien como él, nos haría amar u odiar su literatura, hablar y escuchar las
voces de sus personajes, conocer la geografía del amor, guardar los sueños en
jaulas gigantescas, escribir las palabras en unos labios cerrados, dejar un
cerebro completamente vacio para dormir en un abrazo, confundir la realidad con
la ficción, recorrer los jardines del misterio y de la fantasía, caminar por
bosques con arenas movedizas para conseguir un amuleto de la buena suerte de Little sunshine, personaje de la novela
“Otras voces, otros ámbitos”, viajar
en tren por largas horas, observar el paisaje, reír, jugar y compartir con
amigos artistas de Everyman Opera,
que han tenido que padecer los estragos del racismo para lograr presentar una
de sus obras Porgy and Bess en un
país lleno de prejuicios, en la novela “Se
oyen las musas”, delicioso sería saborear las tartas o galletas que se
preparan mas en Navidad, corretear con Queenie mientras lame tus pies, recordar
el primer amor de infancia, que se marcha y a veces no vuelves a ver con los
años, ser el Buddy de otro cuento como “Recuerdo
de una Navidad”.
Su imprudencia con el tiempo, le haría romper sus lazos con
la alta sociedad por recrear personajes ficticios con máscaras de personajes reales,
que describían en sus historias, el enorme ego que lo habitaba "Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy
homosexual. Soy un genio." Frase de su libro “Música para camaleones” y aún así muchas celebridades habrían
deseado caminar por las calles de New Orleans y fumar un cigarrillo mientras
tienes una larga conversación con quien pudiera ser un mensajero divino o un demonio
en medio de los sueños.
“El camino hacia la
felicidad, no siempre es una carretera”. T. C.
Lo deseó todo y consiguió todo lo que estuviera a su alcance,
hasta sentir un enorme vacio que lo abrigaba
en sus noches de depresión. Junto a él no dejaron de acompañarlo, una copa con el
mas fino licor, las pastillas, ellas, eran su anestesia temporal y le producían
la tranquilidad que ahora sí, en este mundo real, lejos de las ficciones se
reflejaría más en su mirada, y en su escritorio; la tinta y el papel en blanco
para el que, no tenían límites sus manos, así, podría fumarse sus memorias, llevarse
incontables secretos inconfesables, de él y de las grandes celebridades a su
tumba; las palabras que no alcanzaron a ser escritas, años de gloria sumados a
mas momentos de fama que podría haber seguido saboreando por mucho tiempo más y
en diferentes cantidades, si sus ojos no hubieran dejado de parpadear las
noches siguientes… Puesto que he nacido
muerto, ¡Qué irónico tener que morir!. T.C.
2 comentarios:
rico volverte a leer...habia estado re lejos de esto durante un buen tiempo. Y eso que no es de mi agrado el señor Capote, pero no importa: me gusta tu estilo!
Gracias por el comentario;) a ver si seguimos en contacto vía facebook... Abracitos!!
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