Por: Tatiana Ramírez Sandoval
Nuestros antecesores deben ser en gran parte los
culpables del concepto errado que tienen las nuevas generaciones con el término
“humildad”. Aunque Jesús nació en una
familia pobre y su padre era carpintero, desde ese entonces cuando mencionas la
palabra humildad es remitirse a los viejos tiempos. Es tanto el poder que
ejerce este término que muchas personas se han vuelto conformistas, porque
creen que ser humilde es ser pobre, que nunca van a salir adelante, jamás van a
alcanzar sus sueños, cuando la verdadera pobreza que tienen es mental.
El conformismo extremo al que llegan los hace repetir
frases como la oración de cada día antes de dormir: ”Para qué comprar cosas
materiales si no tienen casa propia” “Para qué comprar ropa nueva si te la
pueden regalar o la puedes conseguir de segunda en una feria” “Para que soñar
si los sueños son imposibles sin dinero” Lo peor de todo es que aplazan cada sueño
porque piensan que no es el momento para intentarlo, alejándose así cada vez
más de la felicidad y el éxito.
Según el sicólogo Mauricio Andrés Nájera: “La mente
actúa por algo que se llama ahorro cognitivo y tiende a acomodar la información
que le llega el exterior en esquemas compatibles con los que ya tiene para
ahorrar así la energía que se gastaría al tener que crear un nuevo esquema. Así,
para la gente es más sencillo asociar lo humilde con lo pobre para no tener que
forzar todo su aparato psíquico creando una nueva categoría en su mente. Ese
mecanismo lo tenemos todos solo que la mayoría de gente no lo cuestiona, por
eso no aprenden, por eso no cambian y por eso les duele cuando por la mala
aprenden algo nuevo.”
Es así como muchas personas continúan en su zona de
confort sin arriesgarse, manteniendo vivos esos pensamientos limitantes como si
su cerebro estuviera programado solo para eso. Aunque el dinero compra todo lo material y no
la felicidad, cambiar pensamientos erróneos ayudará a tener aspiraciones y a conseguirlas
de alguna manera.
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