domingo, 23 de mayo de 2010

UN MARTES CUALQUIERA

Por: Tatiana Ramírez Sandoval

Daba vueltas en mi cama sin querer levantarme, estaba envuelta entre sabanas, con un ojo abierto y el otro cerrado, queriendo despertar completamente pero el sueño me invadía. Coloqué una mano sobre mi rostro tocando mis ojos y decidí levantarme. Era la hora de bañarme, entré a mi ducha, recorrí mi cuerpo con el guante de baño que uso todos los días, salí de ahí, cerré la puerta y me fui directo a mi habitación por suerte ya había elegido mis prendas de vestir desde el día anterior.
Me senté en una de las sillas del comedor, tomé rápidamente el café, se hacia tarde y debía terminar lo que tenía pendiente. Entré al baño, cepille mis dientes, agarré mi bolso y sin quererlo tumbé algunas cosas que tenía sobre mi cama, como estaba de afán, deje todo tirado sobre el piso.
Cerré la puerta no podía olvidarlo, no quería que ladrones entraran a mi casa. Seguí mi caminata y llegue al paradero de autobuses, de vez en cuando miraba el reloj mientras esperaba que llegara el Coomoepal 16. Mi espera no fue larga, 10 minutos; me pase contándolos en mi reloj uno a uno.
Estando dentro del autobús a través de la ventana observaba las calles de mi ciudad algo solitarias en algunas partes, era la hora de bajarme del autobús, caminaba mirando hacia todos lados para poder cruzar la calle mientras pasaban los carros. Crucé la calle y caminé hacia el Centro Comercial que estaba cerca de la clínica, había un estante lleno de libros en una vitrina, pero tuve que pasar por su lado sin detenerme. Saqué la cita que tenía pendiente, todo lo hice en cuestión de segundos, fue mas rápido de lo que pensaba, ahora podía regresar al centro comercial y averiguar sobre los últimos libros, me regalaron una tarjetita donde estaba la ubicación de la editorial en otras ciudades.
Me quedé por un instante envuelta por mis pensamientos, me faltaba mucho por caminar para regresar al paradero. Crucé nuevamente la calle y como siempre lo hago me detuve a observar todo lo que ocurría a mi alrededor, a veces uno cree que no pasa nada pero cada segundo pasa algo.
Seguí mi caminata, bastante relajante era para mí. Mi mirada se detuvo cuando vi a esa joven sentada en una silla, a su lado había un hombre leyendo un periódico mientras le hablaba por ratos a su amigo del lado, que lo escuchaba con atención, sonreían e ignoraban lo que pasaba a su alrededor. Aquella joven me observaba con una mirada perdida y con una sonrisa medio loca, estaba en otro universo, estaba en todos lados, menos en el planeta tierra, lo supe cuando vi en su mano un frasco con pegante que olía cada 5 segundos mientras seguía mirándome con esa sonrisa alucinada y el señor seguía leyendo su periódico como si nada - Cuánta indiferencia - pensé… ¿Que se sentirá estar en la situación de ambos? Ser por instante la chica que inhala pegante para poder sentirse feliz, huir de los problemas o ser el señor que lee el periódico informándose acerca de noticias, cuando a su lado esta una chica que podría ser su hija; drogándose. Cuánta indiferencia en estos casos, nadie cree que le va a pasar algo hasta que lo vive y uno de observador sin poder hacer absolutamente nada.
Y seguí por el camino que transitan los peatones y vi como pasaban con velocidad los automóviles en la calle. Me acerqué a un puente y comencé a subir las escaleras, cuando vi a un joven con un extraño peinado, su cabello tan afro como se usaba en el tiempo Rivers of Babylon de Boney Marly, no hay que negar que lo retro está de moda, pero a la moda lo que te acomoda. Mas adelante, cogiéndose su espalda adolorida subía las escaleras una anciana que se cruzó conmigo, mientras ella subía yo bajaba, iba sola yo no podía creerlo ahí es donde me pregunto ¿Porqué no la acompaña; un hijo, un nieto o cualquier persona? Baje las escaleras completamente, pero aun no terminaba mi recorrido me faltaba cruzar el otro puente, me quede observando como 2 policías bachilleres en vez de cumplir sus labores, se dedicaban a hacer visita y se quedaban mirando a todas las mujeres que pasaban por el puente.
Subí las escaleras del nuevo puente y un señor que caminaba rápidamente tropezó conmigo, yo me quede mirándolo mientras el seguía caminando como si nada hubiera pasado. Cuánta indiferencia hasta en lo más simple. De repente me quedé embobada admirando una pareja de novios que venían tomados de la mano, cruzando el puente por el que yo caminaba, ellos se abrazaban, se besaban, se detenían por instantes para hacer demostraciones de cariño que al parecer, para una mujer que los observaba de lejos, solo resultaba ser algo inmoral, se notaba en su rostro amargura, tal vez no tuvo suerte en el amor y su corazón se volvió frío.
Vi como un pájaro volaba hacia un nido, donde pequeño pajarillos esperaban ansiosamente su comida y lloraban a su manera esperándola, luego bajé mi mirada y me asusté, cuando observé a un perro callejero cruzando la calle y esquivando los carros para que no lo atropellara, es tan motivante ver como estos seres, que nosotros llamamos “animales” nos enseñan la esencia de la vida.
Después de esta caminata, que para mi fue eterna analizando como cada persona, cada animal vive su vida, fue un instante mágico donde comprendí que cada segundo pasa algo diferente, solo pocos nos detenemos a admirar la belleza de la vida y sus ironías cuando observamos las cosas que siempre hay a nuestro alrededor.
Todo se terminó cuando me encontré con él, que me esperaba en aquella esquina para seguir caminando juntos hablando de cosas que pueden parecer insignificantes, en ese instante me olvidé de la indiferencia en la que viven todas las personas y que yo pude haber vivido un martes cualquiera.

1 comentario:

JAO dijo...

el ejercicio lo mantengo haciendo! pero son de esas cosas que uso solo a modo de reflexion personal y nunca las comento si uno cree poder hacer algo simplemente lo hace! pero al menos es grato saber que el mundo no pasa en silencio ante los ojos de "todas" las personas