viernes, 28 de mayo de 2010

LA NOCHE DE LA MUÑECA DE CRISTAL

Por: Tatiana Ramírez Sandoval

Eran las 10 de la noche, Adriana esperaba una llamada viendo televisión en el sillón café de la sala de su casa mientras hablaba con su madre y esperaba que timbrara su celular. Ella estaba nerviosa y movía sus pies de un lado a otro mientras su madre le preguntaba si saldría con Carlos (el joven con quien salía hacía más de un mes) pero Adriana solo callaba por un momento y luego le dijo que saldría con Ana su mejor amiga. La madre de Adriana no sabía que ella había terminado con Carlos.

El reloj sonaba sobre la pared segundo a segundo y Adriana se sentía nerviosa, nuevamente miró su celular cuando apareció registrada una llamada, era Gonzalo que le estaba timbrando para recogerla en el lugar que habían pactado. Era la hora de irse, fue en ese momento cuando le pidió a su hermanito menor que le alcanzara el bolso que había dejado al lado de su computador , a su madre le pidió la bendición mientras se iba alejando y cerraba la puerta de su casa.

A una cuadra de su casa la esperaba Gonzalo en una camioneta Toyota negra último modelo, con vidrios polarizados que la llevaría hasta el lugar donde cumpliría su cita. Ella solo pensaba que cometería una locura y que con el tiempo tal vez se arrepentiría pero la única solución más fácil y rápida para ayudarle a su madre con el pago de la hipoteca de la casa donde vivían o sino quedarían en la calle. Su desesperación la vio obligada a aceptar este trabajo al no poder emplearse en algo relacionado con su profesión (diseño de modas).

Adriana era una joven de clase social media, vestía como cualquier universitaria con la única diferencia de que ya se había graduado. Una joven de sonrisa y mirada coqueta, con rostro angelical, con cabello negro azabache, piel bronceada que combinaba perfectamente con sus prendas de vestir con las que pretendía resaltar sus atributos esa noche para cumplir su trabajo. Usaba uno de sus jeans favoritos, con los que lucía más estilizada, resaltando su hermoso cuerpo; sus caderas anchas y sus senos protuberantes que se podían admirar con el escote que tenía su blusa, también llevaba unos tacones plateados altos que ya casi no usaba porque siempre le ha gustado vestir mas informal.

Ella fue la chica envidiada en la universidad por su carisma con todas las personas y por poseer el cuerpo natural que todas las chicas deseaban tener. Su cuerpo era la muestra de sus idas al gimnasio todos los días en la mañana acompañada siempre de su mejor amiga Ana.

Ya eran las 10:30 de la noche, Adriana estaba en La Casa de las Muñecas, un lugar bastante concurrido por hombres bien adinerados que elegían a la mujer que mas les atraía por su belleza. Ella estaba en el salón donde se maquillaban y se cambiaban las prendas de vestir para hacer el show de media noche.

Era la primera noche que Adriana haría su show, nunca antes había mostrado su cuerpo a nadie y menos en público, además de eso; ella nunca ha tenido su primera vez, nunca un hombre ha navegado en su cuerpo ni ha probado las mieles de sus pasiones.

El reloj había marcado ya la media noche, era la hora de salir a escena; Adriana terminaba de maquillarse para presentar su show pero le inundaban sentimientos de nerviosismo al saber que hoy perdería su virginidad y tendría que vender su cuerpo por una cantidad de dinero que necesitaba con urgencia para entregarle a su madre. Sus ojos se humedecieron y sus piernas temblaban en medio del nerviosismo que se había apoderado de ella.

Salió a escena, ella brillaba como luz en los ojos de quienes la admiraban por su belleza, la presentaron como si fuera “una muñeca nueva disponible para su venta” y como todos sabemos; ella era carne fresca que deseaba ser comida por uno de los posibles candidatos. Esas pirañas que querían tener la dicha de robarle su pudor por primera vez.

Sus compañeras de trabajo sentían envidia de ella por ser la que robó el show aquella noche.

Un hombre atractivo de apariencia joven, que oscilaba entre los 40 y 45 años, extranjero y adinerado, lucía prendas de marca y su reloj de oro, se acercó y ofreció 7000 dólares por pasar esa noche con Adriana. La dueña de La Casa de las Muñecas abría sus ojos emocionada, era la primera vez que recibía una suma de dinero tan alta por una de sus chicas, por tal ofrecimiento accedió completamente y llamó a una de sus asistentes para que le asignaran la mejor habitación con balcón, baño privado y jacuzzi.

Adriana esperaba en la habitación sentada en la cama luciendo un baby doll y unas medias ligero que resaltaban la sensualidad de su cuerpo. Sus ojos se aguaron y comenzó a llorar, lloraba tanto que el rímel de sus pestañas se corría lentamente sobre sus ojos dejándole unas enormes ojeras que luego limpió con sus manos.

Ella jamás pensó que su primera vez sería en un lugar como este, siempre soñó que fuera en un lugar muy bonito, acompañada de una cena romántica, a la luz de la luna, haciendo un brindis y probando un delicioso vino argentino, escuchando música jazz, bailando con el hombre perfecto, uno que la amara tanto como ella a él, que hubiera decorado una habitación con pétalos de rosas sobre el piso acompañado de velas rojas que formaran un caminito que la llevara hasta su cama y encontrara en sus sábanas un corazón formado con pétalos de rosas rojas, para luego fundir sus cuerpos con pasión desbordante, para que la mañana siguiente al despertar ella supiera, que este hombre es el mismo con quien ella compartirá el resto de su vida.

Richard el extranjero acababa de ingresar a la habitación mientras Adriana suspiraba en el baño queriendo olvidar que algo así estuviera pasando en su vida, luego exhaló su último suspiro y abrió la puerta para cumplir con su trabajo.

Él la observó ansioso y deseoso de estar con ella, cuerpo a cuerpo. Para qué describir lo que hicieron en esa cama, entre sábanas blancas, que ya no lo eran totalmente, donde los fluidos de ambos se habían mezclado, simplemente se dejaron llevar por el momento y por la copas de licor que habían consumido.

La observó mientras ella dormía dulcemente, se sintió arrepentido por lo que había hecho, él sabía que fue amoroso con ella, pero aquella noche prometió no visitar nunca más un lugar de estos, en ese momento agarró su ropa, se vistió rápidamente antes de que Adriana despertara y se marchó de La Casa de la Muñecas.

Ella despertó y él ya no estaba acompañándola en su cama, fue extraño todo lo que pudo sentir aquella noche, miró la mesa de noche, al lado de la copa había una nota y un cheque por 100000 dólares, una suma de dinero demasiado exorbitante para ella.

En la nota decía: “Aquella noche me enamoré de tu belleza, de tu ingenuidad. No te veré nunca más porque no tendría la dignidad para mirarte a los ojos después de haber robado tu pureza. Espero que algún día me perdones, el cheque es un regalo, es poco para pagar el tesoro tan valioso que guardaste por mucho tiempo para el amor de tu vida. Guárdalo, úsalo para lo necesario, estoy seguro que una chica como tú no está en un lugar de estos por gusto; sino por necesidad”.

Cuando Adriana terminó de leer la nota, lágrimas mojaron todas sus mejillas y se puso a pensar que jamás volvería a trabajar en algo así.

Esa misma mañana después de darse un baño para regresar a su casa, habló con la dueña y le dijo que renunciaba, abordó un taxi que la llevó hasta el banco más cercano, pagó la hipoteca de la casa de su madre que estaba a su nombre.

Una hora después fue hasta su casa, corrió hacia donde su mamá la abrazó fuertemente, le entregó el recibo donde se veía el pago de la hipoteca, le entregó el resto de dinero y le dijo que con el abrirían un restaurante y trabajarían honradamente. Su madre abriendo los ojos de forma sorpresiva le preguntó de donde había sacado tanto dinero, mientras Adriana le contaba todo lo que había ocurrido y le prometió que nunca volvería a visitar aquel lugar.

Y así fue, nunca volvió a ser la chica ingenua que un día fue porque su vida aquella noche cambió completamente y aunque se enamoró de aquel hombre nunca más supo de él por más intentos que hizo para buscarlo, pero a ese lugar a “La Casa de las Muñecas”…. Nunca regresó.

Tatiana Ramírez – Cali, Colombia. © Derechos Reservados – 2010.

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