viernes, 9 de abril de 2010

EL PRINCIPE SOÑADO


Por: Tatiana Ramírez


Esta es la historia de una princesa que vivía en un hermoso castillo. Rubios eran sus cabellos, tan lacios y delgados como una seda. Sus cabellos brillaban como destellos de sol y llevaba una cinta de varios colores en su frente, sus ojos eran tan azules como el mismo cielo, aunque su mirada a veces estaba perdida como si viviera en otro mundo, sus labios eran los mas soñados por la nobleza y eran un regalo solamente para la realeza. Ella cubría su cuerpo con las mejores sedas, sus vestidos variaban dependiendo de la ocasión pero siempre sabía lucir tan hermosa que su brillo se confundía con el brillo de la luna llena.

Algo curioso en la historia era que la princesa odiaba las historias de amor, los cuentos de hadas que sus ancestros les contaban, sentía que lo tenia todo; vestidos, joyas y el amor de sus padres reyes pero aun así... aunque ella se negara a aceptarlo sentía en su corazón la soledad, sabía que a este le faltaba una pieza más para que estuviera completo pero no sabía en realidad que podía ser.

Una tarde decidió caminar por el hermoso jardín de su castillo, estaba rodeada de flores de mil colores y de sus mejores fragancias. Ella sonreía mientras los pájaros cantaban hermosas melodías que quería y deseaba entender, no le temía a nada, eso pensaba ella a pesar de tener un corazón fuerte y testarudo. En ese instante un gorrión se posó sobre su delicada mano cuando acariciaba suavemente una de las flores, de repente emprendió vuelo rápidamente y ella decidió seguirlo, no sabía a dónde la llevaría pero sentía como si le estuviera hablando, pidiéndole a gritos que lo siguiera, bella no sabía hacia donde se dirigía, cuando supo que se encontraba fuera de su castillo, sintió miedo y empezó a llorar.

La princesa tenía miedo y había olvidado el camino para regresar a casa, quería idear la forma de regresar, se sentía cansada y decidió sentarse bajo un árbol cuando de repente apareció una ardilla que buscaba comida, la miró con sus grandes ojos pero corrió asustada y se escondió entre las ramas del árbol esperando que la hermosa rubia dejara de mirarla para acercarse a comer una de las nueces que caía.

La hermosa princesa cogió la nuez mientras llamaba a la ardilla para que se acercara y esta se acercó lentamente cogió la nuez y salió corriendo, nuevamente ella observó a la ardilla y sintió lo mismos deseos de salir corriendo detrás de ella, eso hizo… Corrió tan rápido como pudo y se escondió detrás de un árbol parece que la ardilla la había llevado a una humilde casa, pero aún así ella sentía miedo, quizá alguien muy extraño vivía ahí, entonces bella decidió alejarse.

Ya se había alejado un poco de la casa cuando vio la ardilla detrás de ella como si le hablara para que regresara, pero aun así sentía mucho miedo. La ardilla haló su vestido para subirse sobre su hombro mientras comía una nuez, Bella sonreía con esa ternura que la caracterizaba. Se acercaba lentamente a la casa con el corazón palpitando tan fuerte que sentía que se le iba a salir del susto que tenía.

En ese momento escuchó una hermosa voz, que cantaba fuertemente, una voz varonil, que sentía que la hipnotizaba cuando la escuchaba, cantaba hermosas melodías y ella… seguía acercándose lentamente cuando la ardilla bajo de su hombro y corrió abriendo la puerta de esa humilde casa, y Bella se escondía para pasar desapercibida mientras miraba por una rendija de la ventana, ella quería saber quien cantaba esas hermosas canciones, porque a ella también le encantaba cantarle a los pajaritos de su jardín.

Su mirada estaba clavada sobre las rendijas de la ventana, no podría ver mucho a través de ellas, fue en ese momento cuando vio a un hombre de espaldas escribiendo, de cabello castaño y ondulado, piel blanca, no vestía sedas como ella solo harapos y una botas raídas con el tiempo, tenía muchísimas cartas sobre la mesa y alcanzó a escuchar cuando él leía en voz alta un hermoso poema pero en ese instante Bella tropezó con una piedra y se golpeo su dedo del pie haciendo ruido y no pudo seguir mirando a aquel hombre. Ella tocaba su pie tratando de calmar el dolor en su dedo y él salió por la puerta trasera de su casa al escuchar los ruidos fuera de su casa, cuando vio en la entrada a una joven y decidió acercarse.

Fue en ese instante cuando Bella sintió que alguien la tocó en la espalda y se asustó… Era él, el mismo joven que estaba sentado sobre la mesa escribiendo, ella se quedó sin palabras no podía hablar.

Se miraron frente a frente, sintiendo como sus rostros se sonrojaban. Bella se sorprendió al ver en él sus ojos cafés con una mirada melancólica, su rostro podría confundirse con alguien de la realeza, era tan atractivo aquel hombre que ella solo podía reflejarse en su mirada.

Él solo le preguntaba quien era ella y que hacia ahí. Bella se quedó mirándolo y pensando que iba a decirle porque con la ropa que traía rápidamente el se enteraría que es una princesa, aunque ella sabia que su vestido ya estaba algo sucio y roto así que podría pasar desapercibida.

La princesa le dijo que había escuchado su voz y se acercó para escucharlo cantar, él solo sonreía y le dijo que no le parecía que cantara tan bien. Los dos se miraron y sonrieron.

Él la invito a seguir a su casa, no había mucho que comer pero le brindo lo poco que conservaba en su cocina y en ese momento ella empezó a contarle que estaba perdida y no sabía como regresar a su casa, aunque ella no se lo había dicho, él sabía que ella era una princesa.

Ella estaba hipnotizada leyendo sus cartas de amor, cartas que Bella se preguntaba a quien iban dirigidas, cuando él le dijo que esas cartas eran cartas de amor que el se encargaba de enviar a todas las parejas para hacer que se enamoraran mas o para ayudarles a recuperar un amor perdido, una especie de Cupido en el pueblo, algo que le pareció muy bonito a Bella pero a la vez muy extraño, ¿porqué alguien que se preocupa por el amor de otros no se preocupa por encontrar alguien que lo haga feliz? Era su interrogante.

La noche había llegado, él no tenía lujos en su casa, tampoco la cama más cómoda para ofrecerle a una mujer tan hermosa como Bella, pero le ofreció lo poco que tenía para que lograra descansar mientras llegaba un nuevo día. Bella se acostó en la cama de él logrando conciliar el sueño, pero aquel joven no podía dormir admirando tanta belleza entonces decidió sentarse en su mesa para escribir lo primero que le llegó a su mente, una carta de esas tantas que escribía y sabía que seguramente no llegaría a su destinataria.

Él pensaba que ser como era no lo hacía especial, estaba cansado de que las mujeres del pueblo solo soñaran con casarse con un príncipe o con cualquiera de la realeza para salir de su miseria, sabía que tenía poco que a duras penas podía vivir del amor idealizado, del amor que soñaba pero que a veces salía huyendo de sus brazos a otros. El amor para él era solo eso, cuestión de sueños, de cartas que escribía solo para otros porque para él era un castigo que lo atormentaba todas las noches.

No quería llorar pero sentía que la soledad lo perseguía hacia mucho tiempo, que esa hermosa princesa que dormía en su cama era un sueño inalcanzable, que las distancias los separaban de muchas formas pero que extrañamente empezó a amarla desde que la vio llegar y debía guardar ese sentir en su corazón porque no quería ser objeto de burla, de rechazo de una hermosa rubia que jamás llegaría a verlos con ojos de amor.

Las horas transcurrían lentamente, las letras en esa carta parecía un testamento describiendo la belleza de aquella princesa, para él era difícil olvidar su mirada ingenua, su tierna sonrisa, sus dientes de perla y esos labios tan rosa que quería besar mientras ella dormía pero solo podría besarla en sus sueños, porque sus corazones están lejos de encontrarse… Esa noche fue un desvelo para él, tener a su lado una musa inspiradora de su nueva prosa romántica.

El cansancio se apoderaba de él y sin darse cuenta se quedó dormido sobre su mesa escribiendo, cuando despertó ella no estaba en su cama, se había ido no sabía a donde, pero tenía que encontrarla. Se levantó de su mesa, la puerta de su casa estaba abierta y ahí estaba ella… Tan radiante como el sol, estaba tan hipnotizado con su belleza que no podía dejar de observarla ni un segundo.

Bella sonrió y le dio las gracias por permitirle descansar mientras jugaba con la ardilla inquieta que la había dejado en la casa de aquel escritor de cartas románticas, ella no quería ser molestia para él y debía regresar a casa, entonces él decidió acompañarla a buscar ese lugar donde sabía que jamás volvería a verla.

Juntos caminaron buscando la ruta que los llevara al castillo, mientras caminaban juntos solo cruzaban unas cuantas miradas, las palabras se hacían cortas entre los dos fue un momento con un largo silencio, interminable, que le producía ansiedad de tenerla tan cerca pero a la vez tan lejos.

El camino se hacia cada vez mas corto y cercano, sabía que en un instante debería dejarla y olvidar que ella existía…

Aquel joven enamorado decidió parar la ruta, las palabras se habían terminado y el silencio se apoderaba de sus labios, la tomó de la mano y le dijo que quería mostrarle algo antes de llegar a su castillo, se desviaron de camino, se dirigieron hacia la montaña mas alta y le mostró la belleza del firmamento, los destellos de sol que caían sobre algunos arboles, la casas pequeñas que se veían desde arriba y la gente que lucían como hormigas por lo diminutas que parecían. Bella jamás había visto semejante belleza, se sentía como si estuviera cerca del cielo, como si alguien desde allá le hablara. Ella solo sonreía, su compañía era uno de los mejores regalos en ese momento, no se sentía sola como las otras veces en su castillo.

Retomaron el camino hacia el castillo, el tiempo se hacia cada vez mas corto para lo dos. Las puertas del castillo se abrieron, los reyes recibieron con un fuerte abrazo a su hija que hacia 2 noches no veían y le agradecieron a aquel joven por traerla de regreso… Bella no dejaba de mirarlo con cara de tristeza, se acercó a él y le dio un fuerte abrazo.

La tristeza en los ojos de él era inevitable, sabía que con ella un pedazo de su corazón se quedaba y que debía seguir su ruta pero con el corazón tan ausente como siempre, siguió caminando dando la espalda pero de vez en cuando volteaba a mirar mientras las enormes puertas del castillo se iban cerrando lentamente.

PASARON MESES…

Había pasado tanto tiempo y Bella no sabía de él, algo extraño ocurría en su corazón, extrañaba las palabras bonitas de aquel joven, su voz y sus poemas, pero sobre todo su compañía, no sabía cuando podría volver a verlo, quizá se lo encontraría solo en sus sueños.

Él se encontraba inquieto, fundido en sus recuerdos, tratando de olvidar a alguien que jamás lo iba a amar, pero cuando pensaba en la belleza de aquella princesita se perdía en su sonrisa, en su mirada y en su rostro angelical. Aun estaba esa carta que le escribió aquella noche, hace un tiempo atrás, no dejaba de leerla, ella le hizo sentir cosas que jamás había pensado sentir, eran tan parecidos, tan idénticos, como 2 gotas de agua que habían caído al mismo tiempo, almas gemelas que se habían encontrado a la hora exacta, en el momento exacto, corazones que se enamoraron cuando menos pensaron. Él creía que no existía una mujer como ella o que solo existía pero en sus sueños.

Bella no creía en el amor hasta que lo conoció a él… Y sin darse cuenta, la princesa se enamoró de sus letras, de sus poemas y cartas de amor sin saber si alguna de ellas le pertenecía. Desde ese día la princesa aprendió a escribir para él todas las noches cuando la luna o una estrella se posan en su ventana, dejándose guiar siempre por el corazón, ha escrito tantas cartas que las guarda todas en un baúl para entregárselas a él algún día.

A veces ella se pregunta si alguna vez él la amó, si alguna vez escribió un poema para ella que nunca le entregó, pero Bella no encuentra una respuesta.

La princesita sabe que sus corazones se alejaron en medio del tiempo y la distancia, distancias que ellos mismos colocaron, como muros que les da miedo romper. Ella aún le espera en su ventana, cuenta cada mañana, cada tarde, cada noche, los años, los meses y los días mientras regresa su príncipe, aquel príncipe que no nació en cuna de oro como ella sino en una humilde casa, que creció en medio de la soledad, de sus amigos animales y con la compañía de Dios.

Bella llora en silencio todas las noches su ausencia, se traga las palabras y le pide al corazón que le olvide, que no le ame más, que él quizás ya la olvido con un nuevo amor, pero pedirle eso a su corazón es como pedirle al sol que no brille más, ella no puede hacerlo, se niega a obligarlo, su recuerdo es más fuerte y el amor tan paciente que lo esperaría una eternidad sentada en la puerta de su castillo hasta que él regrese.

Él aun se pierde en las letras de sus poemas y sus cartas, le escribe todas las noches, a veces siente que ha perdido la inspiración por ese amor que le roba el sueño, no ha dejado de amarla ni un segundo, todos los días cuentas las horas en el reloj para volver a verla, pero el miedo de él es tan fuerte que prefiere en este momento seguir ausente, se niega a perseguir un amor que no sabe si le amará igual, sigue esperando que el destino o la vida le envíen un nuevo amor, alguien que pueda amar tanto como la ama a ella, pero no… Aún sigue solo, ha besado otros labios equivocados, ha seguido sintiéndose vacio, porque ninguna de esas mujeres es como Bella.

La rubia aún guarda la esperanza de que la vida, el destino y sobre todo Dios decidan el momento exacto para que sus corazones y sus cuerpos se encuentren de nuevo y puedan seguir contándonos el final de esta historia.

“Todos tenemos un príncipe y una princesa dentro de nosotros aunque no hayamos nacido en cuna de oro ni cubramos nuestros cuerpos con las mejores sedas.”


1 comentario:

garri dijo...

uuff un poco largo pero me gusto,saludos sigué asin